Galperin versus Grabois, el clásico de la «nueva grieta»que se recalienta tras la pelea de Mercado Libre en La Matanza

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Con la clausura de la planta de Mercado Libre en La Matanza y la consiguiente controversia política, Marcos Galperin terminó de consolidar un nuevo perfil de empresario en Argentina: políticamente incorrecto, polemista que no elude las batallas retóricas en las redes sociales y, sobre todo, un tipo de empresario que toma posición política en forma explícita.

Es casi imposible imaginarse a los empresarios que asisten al Coloquio de IDEA decir una frase como: «El peronismo, 80 años combatiendo al capital y generando pobreza». Es lo que Galperin escribió para protestar por la inhabilitación municipal a su nuevo centro logístico en el partido del intendente Fernando Espinoza, pero sobre todo para hace un manifiesto contra la cultura política del peronismo, una temática que la mayoría de los empresarios prefieren evitar en público.

Un primer efecto de este estilo de comunicación ya quedó visible en la reacción de intendentes de otras facciones políticas, que se ofrecieron públicamente para recibir la inversión que La Matanza estaba obstaculizando. Así, Guillermo Montenegro, el intendente marplatense del PRO y Diego Valenzuela, el intendente de Tres de Febrero -también del PRO aunque más cerca de la línea de Patricia Bullrich- fueron los primeros que recogieron el guante en la incipiente polémica.

Espinoza, por su parte, dijo que el cierre no tenía otro motivo que no fuera el respeto a los protocolos de habilitación municipal y aprovechó para mostrarse como un administrador que duplicó la cantidad de industrias en su distrito. Aunque su respuesta fue respetuosa, a esa altura el incidente ya se había politizado irremediablemente y generaba una nueva grieta en el debate público.

Estilo Elon Musk

Lo cierto es que Galperin, ya posicionado como el hombre más rico de Argentina -según el ranking de Forbes cuenta con un patrimonio de u$s6.300 millones- empieza a parecerse -al menos en su estilo de comunicación- a Elon Musk, quien ya era un personaje polémico tras su compra de Twitter y escaló al primer plano de la controversia al tomar partido abiertamente por Donald Trump -e incluso compartir palco- en la campaña electoral estadounidense. Una estrategia que, según los analistas de finanzas y negocios, podría implicar un arma de doble filo para el fundador de Tesla, en caso de que la situación política no tome la dirección que él espera.

¿Quiere Galperin asumir el mismo estilo -y los riesgos- de Musk? Sus últimas acciones indican que sí. Alejándose del típico perfil de empresario que trata de contemporizar con todas las facciones políticas, Galperin parece disfrutar de su capacidad para la controversia. Ese mensaje en que fustiga al peronismo se transformó en trending topic, con más de 17.000 «likes» y 4.500 retuits pero, sobre todo, se ganó un lugar protagónico en la agenda política. Para ello, claro, contó con la inestimable ayuda de sus contendores de alto perfil, en particular de Juan Grabois.

El dirigente social es uno de los principales cuestionadores de la imagen de Galperin como un «héroe» que crea empleo y dinamiza la economía, y más bien busca caracterizarlo como un típico empresario prebendario que se beneficia de exenciones impositivas y, para peor, se radicó en Uruguay para evadir impuestos.

Enemigos íntimos

Los reproches de Grabois son de larga data, por lo menos desde que el creador de Mercado Libre anunció su exilio al país vecino tras el triunfo electoral de Alberto Fernández en 2019. Otros hitos de esa pelea: en abril de este año, Galperin se ofreció para dar el servicio de pago electrónico a los beneficiarios de programas sociales, y dijo que estaba dispuesto a hacerlo gratis por «el placer de cortarle el curro a todos los gerentes cooperativistas de la pobreza y los piquetes». Y Grabois le contestó: «No jodamos, vos gratis no hacés nada». Su argumento era que siempre las asignaciones se habían cobrado por la red de la banca pública. «Lo que te da placer es el enorme curro que representa tener miles de millones de pesos generando intereses para tu empresa mientras vacían el Banco Nación».

Poco después de ese cruce, Grabois quedó imputado por malversación de los recursos del Fondo de Intergración Social Urbano durante la gestión peronista, algo que le valió al dirigente social ser víctima de «escraches» en sitios públicos.

La pelea tuvo un nuevo round cuando Javier Milei visitó la sede de Mercado Libre en Parque Patricios. Fue el recordado acto en el que Galperin anunció la inversión de u$s75 millones en el predio de La Matanza y el presidente lo calificó como «un benefactor social».

Grabois, que dijo que Milei era el «Chirolita» de Galperin, acusó al gobierno de consentir que el predio estatal donde se haría el centro logístico se alquilaba a un precio «ridículamente bajo» y que el negocio fue una cesión de Mauricio Macri, luego consentida también por Alberto Fernández. Ahora, con el episodio de la clausura municipal en La Matanza, la controversia llegó a su máximo nivel.

«Flaco, el Estado argentino te pone un terreno público para tu negocio en vez de ponerlos para que la gente tenga una vivienda. Sos un okupa VIP que se lleva la guita a Uruguay. No podés ser tan cararrota de jugarla de benefactor social por una inversión que representa menos del 1% de tu facturación anual y menos del 2% de lo que invertiste en el país que gobierno el ‘comunista’ Lula», fue la expresiva frase de Grabois.

Y agregó que «cuando nosotros gobernemos», Mercado Libre podrá trabajar en paz pero perderá sus privilegios y no se le tolerarán prácticas monopólicas ni exenciones impositivas.

Los guiños de Grabois a la clase media

A pesar de la filiación política de Grabois y su condición de dirigente «piquetero», muchas de sus acusaciones contra Galperin parecen más dirigidas a ganarse la simpatía de la clase media que la de los desocupados. Sobre todo, por su insistencia en las «prácticas monopólicas» de Mercado Libre.

La última polémica ocurrió en simultáneo con la «guerra» entre Galperin y los bancos dueños de la billetera electrónica Modo, a quienes acusó de «cartelización».

Esa rivalidad se intensificó en los últimos días cuando se anunció un acuerdo con Metrovias para que Mercado Libre opere en el Subte porteño las máquinas de cobro con billetera electrónica. El sistema, que entrará en vigencia en diciembre, habilita el pago con QR, y supuestamente estará abierto para todas las «fintech» que compiten con Mercado Pago. Sin embargo, hasta ahora no se abrió la información para que el QR sea interoperable.

Estas críticas se agregan a las clásicas que reciben los grandes jugadores del comercio electrónico, que básicamente apuntan a comisiones abusivas y a la capacidad de «censurar» el accionar de los usuarios para impedir que los negocios puedan prescindir de la intermediación. Es por eso que Grabois llamó a Galperin «parásito tecnofeudal».

Mercado Libre y el «tecno feudalismo»

Esa expresión es un guiño para quienes leyeron el libro «Tecnofeudalismo», el best seller de Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas griego que hace una década saltó a la fama mundial por sus peleas con la cúpula de la Unión Europea. La tesis del economista griego es que el capitalismo está en vías de extinción, porque sus principales características -que son la competencia, el riesgo empresario y la búsqueda de ganancia- están siendo sustituidas por un sistema rentístico similar al feudalismo medieval. En ese entorno, la «nube» tecnológica cumpliría la función que antes le cabía a las tierras cultivales, y donde una multitud de pequeñas empresas trabajan casi gratis para grandes «señores feudales».

Para los críticos de Galperin, Mercado Libre está incurriendo en ese tipo de comportamientos propios de un dueño monopólico y con un poder de presión que hace imposible la negociación por parte de sus clientes pequeños.

En otras palabras, cuando Grabois acusa de «parásito tecnofeudal» a Galperin, no está pensando en los desocupados que reclaman planes sociales, sino en los miles de empresarios pyme y trabajadores autónomos que hacen uso de Mercado Libre y se quejan de la falta de alternativas, así como de los consumidores de clase media con recurren a las billeteras electrónicas.

Galperin asume más riesgo político

Todavía no está claro quién ganará la simpatía de la opinión pública en esa batalla, pero sí queda en claro que ambos contendientes se sienten cómodos en esa pelea y están convencidos de que cuanto más virulenta es la controversia, más ganan para sus respectivos molinos.

Hasta hace algunos años, Galperín prefería pelearse con el clan de los Moyano, sobre todo cuando se producían los conflictos -con bloqueos incluidos- por la filiación gremial de las camionetas que hacen los repartos. Fue en plena pandemia, cuando el e-commerce explotaba, y Pablo Moyano dejó una frase célebre: «¿A quién se comió Mercado Libre?».

Galperin no eludió aquella confrontación, convencido de que la sociedad veía a los Moyano como símbolo de un sistema laboral del siglo pasado que ya está en crisis, y que por contraposición Mercado Libre sería percibida como el modelo de empresa del futuro. De la misma manera, ahora elige a Grabois y los intendentes peronistas para afirmar esa imagen.

Pero lo cierto es que Galperin está lejos de generar unanimidades. Los cuestionamientos a sus métodos de competencia y sus supuestos privilegios fiscales no sólo son señalados desde la izquierda y los sindicatos, sino que ya llaman la atención de buena parte de la clase política.

De hecho, el tema de los beneficios a Mercado Libre vuelve al tapete en cada discusión sobre recortes presupuestarios. Galperin se defiende con el argumento de que los beneficios que recibe por la ley de economía del conocimiento resultan ínfimos en comparación con su aporte a la caja de la AFIP. Argumenta que el año pasado pagó el equivalente a u$s3.500 millones -más de medio punto del PBI- y contesta con ironía a sus críticos que parte de ese dinero los subsidió a ellos.

En todo caso, lo que demostró el último episodio de La Matanza es que está convencido de que la controversia, lejos de ser un lugar a evitar, es donde siente que mejor puede defender su negocio. Por eso sigue subiendo la apuesta -y el riesgo político que ello conlleva-.

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