Si “el estilo es el hombre mismo”, como afirmó el conde de Buffon, en las páginas de “Borges por Piglia” se ha logrado reproducir, con sorprendente precisión, el estilo, la precisa marca, del autor de “Respiración artificial” (obra que Enrique Pezzoni consideró “la mejor novela argentina después de “Rayuela”). Un estilo que une el saber con la cordialidad, el dato ameno que calculadamente parece accidental, el comentario divertido, con la reflexión profunda.
Cuatro años antes de morir, a causa de ELA, Piglia ofreció por la Televisión Pública, en colaboración con la Biblioteca Nacional, un segundo ciclo de charlas. Si el primero, en 2012, trató de “Escenas de la novela argentina”, el siguiente, era inevitable, lo dedicó a Borges. Inevitable porque de Borges y su obra, que consideró un milagro en nuestra literatura y en la literatura universal, Piglia no había dejado de hablar y volver a pensar, desde los tiempos de sus primeros cuentos de “La invasión” y sus iniciales reflexiones críticas, a los veintitantos años, a las clases que dictó en Princenton, Harvard y la Universidad de Buenos Aires. Si bien el curso que ofreció por televisión, que aún se puede ver en YouTube, tiene el tono de clases universitarias, donde abre el diálogo con los asistentes, como lo hacía con sus alumnos, muchas veces los comentarios se desplazan para poder compartir sus ideas como en una charla de amigos.
Para Piglia lo extraordinario de Borges es haber logrado un procedimiento narrativo que no existía antes y que, a partir de él, otros pueden utilizar, y que Piglia denomina literatura conceptual o ficción especulativa, por más que Borges considera su obra dentro de la literatura fantástica. En sus clases Piglia va del modo como el Borges escritor se ganaba la vida a como en sus textos hace aparecer la voz de los márgenes o en su imaginario actúan las dos líneas familiares, la de los estancieros y la de los intelectuales, la de los militares guerreros y la de los ingleses con sus tradiciones europeas.
Cada etapa que hace que Borges se vuelva Borges, en “un ícono mundial” (según se propone en una de los intermedios de charlas de Piglia con escritores y críticos), son advertidas, señalas y comentadas. Y si está a pleno el estilo del autor de “Plata quemada”, también aparece el de Borges, en una entrevista que le realizó Piglia, en sus clásicas ironías y sus admirables respuestas, donde no acepta los vínculos narrativos con Arlt que le adjudican y concede divertido con eso de que su libro sobre Carriego sea su única novela.
*Ricardo Piglia “Borges por Piglia” (Bs.As., Eterna Cadencia Editora, 2024, 226 págs.)
Baricco
Si una buena historia suma una vida a nuestra vida, la nueva novela de Alessandro Baricco, tras ocho años de silencio, nos entrega un grupon de vidas inolvidables en una historia de cowboys en un territorio de frontera donde todo es provisorio, donde es fácil el arrebato, la descarga inmediata, el rumiar la existencia.
Es la historia de Abel Crow, pistolero, luego sheriff, contada por él mismo, a partir de los 27 años, con idas y vueltas, haciendo paradas en los que lo rodean. Para empezar en sus cinco hermanos, a los que debe conducir luego que su padre es muerto y su madre se va con dos caballos. Están: Isaac, el que muere joven. David que se convierte en Pastor. Samuel que, dedicado a la explotación minera, se vuelve rico. Joshua el loco de tan consciente. Y Lilith, la vidente. Todos con nombres bíblicos, en la tradición del gótico sureño, que tiene a Faulkner a la cabeza.
Abel se deja llevar por una memoria flotante, donde el recuerdo puede ser lo que está ocurriendo. Dice: “de toda vida que uno ha vivido y vivirá –si se sabe esperar antes que todo se desvanezca- uno encuentra el relato en su propio camino. Es un error esperar algo lineal, como nos sentimos inclinados a hacer”. “No hay un antes y un después”. “La intención es dueña de nuestro destino”.
Luego de que los hermanos se van cada uno por su camino, el de Abel se expande. En el puzzle de saltos temporales, de cantos por su sabor poético, Abel se cruza con personajes entrañables. Que son accidentes, sustancias de la vida, como le explica El Maestro. El Maestro es un chico que a tiro limpio defendió de piratas a un pueblo gobernado por mujeres, y los atacantes que quedaron solo se animaron a arrancarle los ojos, y a partir de ahí pidió que le leyeran, y se convirtió en El Maestro, que aconseja a Abel y a otros, y cita a Spinoza, Platón, Hume o Hegel.
La filosofía existencial recorre un escenario qué por la tensión de la violencia latente en medio de una pampa chata y seca, saloons y prostíbulos, parece de una película de Sergio Leone, John Ford o Fred Zimmermann. Hay jueces sabios, asistentes de sheriff que citan a Voltaire, brujas que curan, magos vuelven cuerdos a alienados. Y está Hallelujah, la cautivante muchacha Dakota, el gran amor de Abel, que como la historia que él cuenta se pasa yendo y viniendo, sin dejar de ser atrapante. De pronto los dispersos hermanos se deben reunir para salvar a la madre de la horca, la épica del western alcanza su instante crucial.
Baricco, narrador, ensayista, dramaturgo, licenciado en Filosofía, sus novelas (“Seda”, “Océano mar”, entre otras) le dieron fama mundial, con “Abel” lleva el pulp a la alta literatura, logrando caso su mejor novela.
*Alessandro Baricco “Abel” (Bs.As., Anagrama, 2024, 172 págs.)