«Era peligroso ser dramaturgo en los tiempos de Shakespeare»

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A la riqueza, belleza y densidad de sus obras, Shakespeare sumó la magia de, contando el pasado, hablar del presente, de la política y los conflictos que nos atraviesan. En “Coronas huecas. El poder según Shakespeare”, Marta Cichero ilumina, en un recorrido, tan atractivo como erudito, las obras basadas en hechos históricos del “Cisne de Avon”. Ocho relatos que, de gobernante a gobernante, obra a obra, van mostrando cómo “dentro de la corona hueca que rodea las sienes mortales de un rey la muerte mantiene su corte burlándose de su poder” (Ricardo II). Dialogamos ella.

Periodista: ¿Además de actor y dramaturgo Shakespeare era un militante político?

Marta Cichero: No era político en el sentido de ejercer la política, pero tenía aguda percepción de los hechos y conflictos políticos. No tenía una postura. Había aprendido en las clases de retórica en Stratford Grammar School a estar ”in utramque parte”, en los dos lados del litigio. Eso le permitió estrenar obras sin que lo censuraran, prohibieran y encarcelaran como a Ben Johnson y Thomas Nash por la sátira “La isla de los perros” o que lo mataran como a Christopher Marlowe. La profesión de dramaturgo era peligrosa. Había una Oficina del Ocio con un Censor que podía aprobar o no la representación. A Shakespeare le ordenaron omitir en su obra la abdicación de Ricardo II, que solo quedó en el texto. La reina Isabel I no quería que el público viera eso y diera ideas a los agitadores.

P.: Aludir al presente mostrando el pasado, ofrecer una galería de seres humanos, usar efectos, suspenso, emociones, ¿fue clave del éxito de las obras?

M.C.: Fue popular desde su primera obra, cuando era un actor de 27 años. El dueño del Teatro Rose anota en el libro contable que en marzo de 1593 “Enrique VI” había hecho la mayor recaudación de la temporada con diez mil espectadores. Tenía que competir con otro teatro donde había un oso atado que debía enfrentarse a una jauría de perros. Shakespeare tenía que capturar la atención de la gente que se amontonaba en el hoyo del teatro. Según la reacción del público modificaba la obra, eso hace muy difícil conseguir la versión definitiva.

P.: ¿Qué es el poder para Shakespeare?

M.C.: Montó en sus obras un laboratorio del poder. Volcó las crónicas históricas a versos, condensó los tiempos, alteró edades, resucitó muertos para crear antagonistas, rivalidades, crímenes y venganzas. Analizó la “Guerra de las Dos Rosas”, la contienda entre las casas reales de York y Lancaster, donde los nobles se disputaban el poder ante el débil gobierno de Enrique VI. Un rey que no sabe tomar decisiones de gobierno y genera las batallas más sangrientas. A la política no la rigen leyes morales sino leyes propias que son las del arte de gobernar.

P.: ¿Los rasgos de los gobernantes, en que se centra Shakespeare en sus obras históricas, son el eje de su laboratorio del poder y la política?

M.C.: La vanidad en “Ricardo II”. La traición en “Enrique IV”. El arrojo y el arte de la diplomacia en “Enrique V”, La debilidad en “Enrique VI”. La maldad en “Ricardo III”. Y, cuando ya no se permite en los teatros ir al pasado de Inglaterra, la desmesura en “Julio César” y en “Antonio y Cleopatra”.

P.: ¿Por qué no aparece en “Coronas huecas” la ambición desmedida de la siniestra pareja de “Macbeth”?

M.C.: Porque trato las obras basadas en la historia. “Macbeth” es histórica, pero funde dos crónicas distintas de los cronistas de la época que no se compadecen con la historia real. De cualquier modo, lo que hacen Macbeth y Lady Macbeth es desmesurado.

P.: ¿Hay relación entre los momentos políticos de esas obras y la obra de Maquiavelo?

M.C.: Mi conjetura es que Shakespeare leyó “El príncipe”. En “Enrique VI” se lo nombra. El recorte del manejo del poder por parte de los gobernantes, la vanidad, la indecisión, el exceso, pareciera haberlas tomado de “El príncipe”. La obra política de Maquiavelo circulaba por Londres. Por otro lado, el tutor de Southampton, su mecenas, era el humanista, lingüista y lexicógrafo John Florio, que tradujo a Montaigne, Boccaccio y, para su diccionario italiano-inglés se valió de una obra de teatro de Maquiavelo. Florio y Shakespeare se conocían, tenían intereses comunes, el teatro, la historia, el conocimiento de las artes políticas, y el real manejo del poder. Ambos inventaron palabras que se sumaron al idioma inglés. A Shakespeare se le han contabilizado mil setecientas.

P.: ¿Qué piensa de las teorías que sostienen que Shakespeare no era autor de sus obras, sino que detrás suyo estaban el conde de Oxford Edward de Vere, Francis Bacon, Christopher Marlowe o John Florio?

M.C.: No adhiero a esas teorías. Shakespeare tuvo una educación que lo respaldaba. Pasó de ser un actor de reparto a dramaturgo y empresario teatral. Sus obras se representaban en la corte a pedido de la reina Isabel I. Llegó a ser nombrado Gentleman, Sir, un título que quiso tener su padre, lo obtuvo él.

P.: ¿Qué la llevó a investigar el teatro histórico de Shakespeare y confrontarlo con la historia real de la época que él narra?

M.C.: Hace unos veinte años tuve que pasar una etapa en el Caribe y el calor sofocante me agobiaba. Entonces decidí encerrarme y dedicarme a releer las obras menos habituales de Shakespeare y por tanto las más desconocidas, que por otra parte había tenido que estudiar reiteradamente en el colegio. Así empecé a investigar en libros sobre el período histórico de las obras. Cada rey que leía en una obra, buscaba saber cómo habían sido los hechos históricos en la realidad, porque las obras no pintan la historia tal cual fue. Esa curiosidad finalmente se convirtió en “Coronas huecas”.

P.: Usted ha escrito un muy valorado ensayo investigativo, “Cartas peligrosas”, dos biografías históricas y este ensayo que une literatura e historia, ¿en qué está ahora?

M.C.: En una novela de largo aliento.

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