UN PRISIONERO ÚTIL: A UN MES DEL SECUESTRO DEL GENDARME ARGENTINO NAHUEL GALLO

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(FUENTE REVISTA ANFIBIA) – La reconocida periodista de investigación venezolana, Ronna Risquez, trabajó junto a Ernesto Picco, subdirector de Anfibia, en la historia del gendarme Nahuel Gallo. Los testimonios de ex presos, carceleros, diplomáticos y el entorno familiar permiten dar pistas sobre su paradero y construir tres hipótesis sobre el origen del viaje y cómo se desencadenó el escándalo internacional que hoy les sirve a los gobiernos de ambos países.

Nahuel Gallo camina erguido con un mameluco azul bajo el sol venezolano algún día – se supone – de la semana pasada. En el video que difundió el gobierno de Venezuela como prueba de vida del gendarme argentino se lo ve más flaco y con una barba crecida que le oscureció el rostro. Hasta ahora las autoridades se niegan a dar precisiones de su lugar de detención. Anfibia entrevistó el último fin de semana a ex presos políticos y familiares de detenidos para intentar interpretar las imágenes. El familiar de un preso político y activistas de algunas ONG que defienden los derechos de los privados de libertad en Venezuela aseguran que se trata de El Helicoide, lugar que han visitado y es considerado el principal centro de torturas y detenciones políticas en Venezuela.  

“Es un infierno”, dicen los presos políticos que han pasado por allí y describen cómo fueron torturados. Maniatados y colgados durante horas, con electricidad en sus genitales, mientras caminaban cucarachas por sus cuerpos desnudos y escuchando de fondo los gritos de dolor y auxilio de otros detenidos. 

Dos días después, el lunes 6, un carcelero del Sebin dijo a Anfibia que el gendarme Gallo no está en El Helicoide y habría sido trasladado al penal Rodeo I, ubicado a 50 minutos de Caracas. Se trata de un centro penitenciario que desde su creación en 1980 fue una cárcel para presos comunes, pero en febrero de 2024 se transformó en una lugar  para presos políticos. 

Las denuncias sobre tratos inhumanos son también frecuentes por parte de los familiares de los presos que se encuentran en El Rodeo. Solo reciben agua dos o tres veces por semana, no les dan alimentos suficientes, y son golpeados por los custodios y sometidos a torturas.

Esta prisión se ha convertido en el nuevo destino de algunos presos políticos de mayor importancia para el Gobierno. Allí han sido trasladados algunos militares acusados de conspiración y traición a la patria. En junio de 2024, la ONG de derechos humanos Wola publicó una carta de varias organizaciones de la sociedad civil venezolana en la que denunciaban que “las condiciones de reclusión en el ‘Rodeo I’ son crueles, inhumanas y degradantes, y en ciertos casos, podrían llegar a constituir tortura”. 

Como sea, la estrategia clásica oficial en Venezuela es generar confusión sobre el lugar en el que un preso como éste se encuentra detenido. 

Desde Argentina, los últimos movimientos por reclamar la liberación de Gallo consiguieron la intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que otorgó medidas cautelares a favor del gendarme. Exigen que se informen las circunstancias de su detención y conocer su paradero. 

La estrategia clásica oficial en Venezuela es generar confusión sobre el lugar en el que un preso como éste se encuentra detenido. 

Mientras tanto, aún sin respuestas, el prisionero le sirve a Maduro y a Milei. Al primero para mostrarse fuerte y en control de su territorio días antes de asumir la presidencia que algunos países reconocerán y otros no; al otro para sumar adhesión popular a su carga contra el régimen bolivariano y consolidar su posición de liderazgo dentro de la internacional de ultraderecha.

La tensión escaló la noche del lunes 6 cuando Maduro acusó al gendarme Gallo de haber intentado entrar a Venezuela “con planes específicos de intentar atentar contra la vida de la vicepresidenta Delcy Rodriguez”. 

La familia del gendarme, desde su Catamarca natal, espera por respuestas mientras persiste la pregunta sobre cómo y por qué Nahuel Gallo se expuso al riesgo de una detención cruzando en soledad una de las fronteras más calientes del continente. Hasta que no hable el propio prisionero – si es que esto ocurre – nadie parece tener la respuesta. 

Los hechos de las últimas semanas y el trabajo con distintas fuentes involucradas en Argentina y Venezuela nos permiten pensar en tres hipótesis: la de la visita familiar, la de la negligencia oficial, y la de la carne de cañón. 

Las tres condicionan el termómetro de la geopolítica regional.

Hipótesis 1: la visita familiar

Las primeras sospechas surgieron por el extraño recorrido de Gallo. Cruzó de Mendoza a Santiago de Chile en su auto particular, de allí tomó un avión a Bogotá y en este punto su itinerario se vuelve confuso. Hay versiones que indican que tomó un avión de línea de Bogotá a la ciudad de Cúcuta, en el departamento Norte de Santander, al límite con Venezuela. Otras dicen que recorrió ese trayecto de 568 kilómetros en taxi. Parece ser el recorrido de alguien que quiere confundir. O dejar un rastro sinuoso. Lo cierto es que, a diferencia de un viaje en avión, uno en taxi no deja huellas. 

Una fuente vinculada a Gendarmería indicó a Anfibia que Gallo tenía vínculos en Bogotá por haber participado allí de una misión de apoyo al desarme del conflicto armado. Gendarmería tiene tradición de participar en misiones de paz de la ONU desde 1991  y en 2016 inició una misión para la verificación del cese al fuego y el abandono de armas por parte de la guerrilla. Desde la Misión de Verificación de la Oficina de Naciones Unidas confirmaron que el nombre de Gallo no aparece en la nómina de ninguna misión. 

La historia que justificaba el extraño viaje de Gallo se hizo conocida al poco tiempo: él está en pareja desde 2023 con Alejandra Gómez, una venezolana de la que se sabe poco: en el entorno familiar se retacea información y en Venezuela casi no se habla del tema ni de ella por temor. Vivían juntos en Mendoza y se sabe que Alejandra regresó hace siete meses al estado de Táchira, al límite con Colombia. Viajó con el hijo que tuvieron juntos y está por cumplir dos años, para atender problemas de salud de un familiar. Tenía pasaje de regreso para el 20 de enero, pero Nahuel decidió viajar antes para pasar las fiestas con ellos. En la frontera se frustró el supuesto plan familiar. 

En el escenario de la detención, el paso fronterizo del Puente Francisco de Paula Santander, hay apenas unas casillas de control en una atmósfera gris: gris el puente, largo y angosto sobre el río del mismo color, bajo un cielo casi siempre encapotado y también gris. Hasta finales del año este paso era conocido por ser una frontera laxa y sin muchos controles por parte de la guardia y las autoridades migratorias. Cristian Herrera, periodista cucuteño especializado en policiales que conoce la frontera, explica que “era normal que se pudiera pasar a pie sin control de pasaportes, pero ahora la seguridad aumentó por la tensión previa a la toma de posesión de Maduro en su nuevo mandato”. 

“Era normal que se pudiera pasar a pie sin control de pasaportes, pero ahora la seguridad aumentó por la tensión previa a la toma de posesión de Maduro en su nuevo mandato”. 

El 8 de diciembre, cuando Gallo intentó cruzar, no esperaba que pudieran demorarlo los oficiales de Migración. Le dijeron que tenían que hacerle una entrevista de protocolo. Al rato llegó una camioneta negra de la que bajaron cinco civiles anunciando que lo llevarían para continuar con una segunda entrevista en otro lugar. Antes de desaparecer, Nahuel llegó a hacer un llamado a Alejandra, que le había enviado un taxi del lado venezolano para hacer el último tramo de sesenta kilómetros hacia el este, de la ciudad fronteriza de Ureña, en Táchira. 

Los hombres de la camioneta lo dejaron hablar por teléfono y ahí Nahuel pudo contarle a Alejandra lo que pasaba. Fue la última vez que uno de sus seres queridos escuchó su voz.

El periodista Herrera dice: “Aquí creemos que le vieron la pinta, como decimos: lo agarraron porque le reconocieron el acento argentino. Temen que cualquier extranjero pueda ser espía”. La zona es conflictiva además porque, del lado venezolano, está controlada por la guerrilla del ELN. “Ahí conviven con la autoridad venezolana”, explica Herrera. También advierte que hubo otras desapariciones recientes: “Tenemos el caso de Jesús David Tarazona, un bachiller de la policía que el último 2 de enero cruzó para ir a una fiesta del otro lado de la frontera y desapareció. Dicen que lo llevó la inteligencia para San Cristóbal o para Caracas, con la misma historia de ser un espía extranjero”.  

La desaparición del gendarme argentino se mantuvo en secreto durante casi una semana. Alejandra hizo la denuncia en una comisaría en Venezuela. Desde Catamarca, donde viven Griselda – la madre, jubilada – y Kevin – el hermano mayor, empleado público – empezaron los contactos con Gendarmería en Mendoza, donde estaba asentado Nahuel, para tratar de dar con su paradero. Recién el miércoles, usando una notebook que Nahuel había dejado en Argentina, lograron rastrear la ubicación de su teléfono celular: estaba en Caracas. Con el paso de los días la familia empezó a desconfiar del silencio y la falta de novedades. Kevin llamó a Tiago Puente, diputado provincial por el radicalismo en Catamarca. Kevin y Tiago tienen la misma edad – treinta años – y son amigos personales. Se reunieron el viernes 13 al mediodía y tomaron dos decisiones: llevar la denuncia a los medios de comunicación y pedir una audiencia con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

Desde la primera salida pública en un programa en TN el viernes 14 por la tarde, igual que en la audiencia que tuvieron el sábado siguiente con la ministra Bullrich, se puso sobre la mesa la historia de la visita familiar.  Dos semanas después, el 28 de diciembre, el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, confirmó que Gallo estaba detenido en su país y puso a circular otra narrativa: dijo que se lo investigaba por supuestos delitos de terrorismo, conspiración, y el intento de ingresar al país con un plan criminal oculto bajo la apariencia de una visita familiar.

“No mandas a una persona que ni es oficial, ni viene del ámbito de la inteligencia a cumplir este tipo de funciones en Venezuela”.

En Venezuela no todos creen en esa versión. Andrei Serbin Pont, presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), dice que el gobierno de Nicolás Maduro está en constante acecho de oportunidades para capturar ciudadanos extranjeros entendiendo que pueden servir a futuro como fichas de canje en negociaciones. “Esto ocurre en un contexto donde la capacidad de maniobra internacional de Venezuela se ha reducido en la última década y no tiene las redes de apoyo que tuvo en el pasado – apunta Serbin Pont – entonces trata de compensar esa falta de herramientas para moverse en el escenario internacional y lo hace con esas fichas de canje, como el gendarme u otros presos políticos extranjeros que se encuentran en Venezuela”. 

Al mismo tiempo, descarta que el funcionario hubiera sido enviado con  una tarea de espionaje a Venezuela: “Mandarlo como un espía no tiene mucho sentido. No mandas a una persona que ni es oficial, ni viene del ámbito de la inteligencia a cumplir este tipo de funciones en Venezuela”.

Por otro lado, la Gendarmería argentina no tiene una rama de especialización como, por ejemplo, tienen los llamados “plumas” de la Policía Federal, que hacen una escuela de dos años, tienen una trayectoria separada del resto y son entrenados para las tareas de inteligencia. No se trata de una tarea que hagan los gendarmes. Al menos hasta ahora. En los últimos años, la Gendarmería ha tenido algunos cambios en sus tareas y estructura. 

Serbin Pont advierte: “Si el gobierno argentino quisiera insertar personal en Venezuela esta sería la peor forma de hacerlo”.

Hipótesis 2: la negligencia oficial

Patricia Bullrich había anticipado, el 27 de marzo de 2024, que estaba pensando en enviar gendarmes a Venezuela. En aquel momento fue con la intención de custodiar la embajada argentina, donde seis militantes de Corina Machado, opositores al gobierno de Maduro, habían ido a buscar asilo. Como la embajada no tiene custodia propia – está a cargo de la Guardia Bolivariana – Bullrich pensó en el envío de gendarmes y lo dijo antes de avanzar: “Vamos a proteger a todos los argentinos, a los venezolanos opositores y a los diplomáticos argentinos que estén asilados en la embajada nuestra en Caracas”.

Pero el envío nunca ocurrió y el 1 de agosto Maduro expulsó a los diplomáticos argentinos, después de que el gobierno de Milei reconociera a Edmundo González Urrutia como ganador de las elecciones del 28 de julio. Desde entonces la embajada argentina es un botín que se disputan la policía venezolana, los opositores en busca de asilo y las autoridades de la embajada de Brasil, encomendadas para representar los intereses argentinos en Caracas.

En ese escenario, la aparición de un gendarme argentino intentando cruzar a pie y de civil el puente de la frontera más caliente entre Colombia y Venezuela, encendió las alarmas de la seguridad local.

Si Gallo no fue lo suficientemente precavido para entender el riesgo de cruzar en esas condiciones, deberían haberlo sido sus superiores. Sensible a todo lo que tenga que ver con el movimiento de las fuerzas armadas, la vicepresidenta Victoria Villarruel publicó un tweet el 19 de diciembre que borró a las pocas horas, aunque ya tenía más de 57 mil visualizaciones y varias capturas de pantalla: “Jamás habría autorizado a un gendarme a ir a Venezuela. Lo que está ocurriendo es la consecuencia tristemente obvia, pero como no soy del área de seguridad no opino de las sanciones y acciones que se deberían tomar. Slds”.

El destape del caso y sus desprolijidades han causado malestar en distintas esferas de la Gendarmería Nacional, que no es una fuerza homogénea. Está federalizada y hay distintas posiciones entre los rangos y localidades. El investigador Diego Escolar, autor de Gendarmería: los límites de la obediencia, explica que “es posible que haya un sector más autónomo y otro más permeable al gobierno y sus necesidades políticas, es algo que viene pasando desde la década del noventa”. Es, también, el período en que Gendarmería construyó su reputación de una fuerza seria y respetable: “Esa impronta de profesionalidad democrática fue en gran medida una construcción para despegarse de los militares luego de la dictadura”, explica Escolar.

Hoy esa reputación está manchada y genera un clima tenso que se extiende en la fuerza. Se combinan el malestar general por el atraso salarial y otro particular, por la designación del comandante Claudio Brilloni como jefe máximo. El 20 de agosto, día de su asunción, Patricia Bullrich dijo: “La elección del Comandante Brilloni responde a su vasta experiencia y profundo conocimiento de la GNA, así como a su capacidad para liderar y orientar los cambios necesarios en la estructura y operatividad de la fuerza. Su experiencia en las áreas más sensibles y críticas de la seguridad en el país, como en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el conurbano bonaerense, Rosario y las provincias fronterizas, lo convierte en la figura ideal para guiar a la GNA en este nuevo capítulo”. 

El destape del caso y sus desprolijidades han causado malestar en distintas esferas de la Gendarmería Nacional, que no es una fuerza homogénea.

Brilloni es un comandante de cabeza calva, que combina sin contradicciones un carácter diplomático y la dicción marcial de alguien que parece hablar como el redoble de un tambor. Tiene un pasado de uniforme y otro de traje y corbata: sirvió 38 años en la Gendarmería y después de retirarse fue ministro de Seguridad en Santa Fe, durante el último gobierno de Omar Perotti. Su llegada como autoridad máxima de los gendarmes generó polémica porque Bullrich eligió por primera vez en la historia a un oficial retirado para dirigir la fuerza. Hay quienes sacaron a relucir, además, un opaco episodio del pasado: la desaparición de un cargamento de 190 kilos de cocaína que terminó en manos de un grupo narco durante un operativo comandado por Brillioni y la DEA en 2006.

“El efecto que tuvo la llegada de Brillioni a la dirección nacional generó mucho malestar – explica Sabina Federic, ex ministra de Seguridad y autora de La gendarmería desde adentro – están preocupados por futuras resoluciones que sigan introduciendo irregularidades en el funcionamiento institucional”. 

A este mal clima se suma la muerte del bagayero Fernando Gómez en Orán, que terminó con un disparo en el pecho durante un enfrentamiento con un grupo de gendarmes. Una historia que resuena al asesinato de Santiago Maldonado en 2017, también bajo gestión de Bullrich. 

Federic advierte: “Es alguien capaz de arrojar a la gendarmería en su conjunto por la ventana. Si de mínima autorizaron a Gallo solamente a visitar a su mujer y a su hijo, lo hicieron sin evaluar el contexto. De mínima es negligente”.

Hipótesis 3: carne de cañón

La organización Foro Penal Internacional, que monitorea la violencia en Venezuela, registra 1.794 presos políticos hasta el último 30 de diciembre en el país. Entre ellos hay 162 militares, 205 mujeres, 3 adolescentes y 19 extranjeros. Uno de ellos es el gendarme argentino Nahuel Gallo.

Joel García, abogado penalista dedicado a la asistencia de personas consideradas presos políticos, dijo que “a todos les imputan terrorismo y por lo tanto son enjuiciados por alguno de los ocho tribunales competentes en esa materia que hay en el país”.

Esto deriva en que a ninguno de los detenidos e imputados por estos cargos se les ha permitido designar un abogado de su confianza. “El año pasado se acabó la defensa privada y el derecho a la defensa en Venezuela, desde entonces yo no he podido asumir formalmente la defensa de nadie que haya sido imputado por terrorismo”, explicó García, y refirió específicamente los casos de Rocío San Miguel (activista de DD. HH.), Roland Carreño (periodista y dirigente de oposición), Willians Dávila (dirigente de oposición), entre otros que permanecen en prisión. 

“El año pasado se acabó la defensa privada y el derecho a la defensa en Venezuela, desde entonces yo no he podido asumir formalmente la defensa de nadie que haya sido imputado por terrorismo”, explicó García.

“El caso del gendarme argentino es más grave – consideró García – porque no tiene ni siquiera el derecho a que su país lo pueda asistir, ni la posibilidad de una visita de un funcionario consular, como corresponde al tratarse de un ciudadano extranjero”.

Otra vez, en un escenario de estas características, que difícilmente pueda haber desconocido o el propio Gallo o las autoridades de gendarmería: ¿Es posible que lo hayan autorizado a viajar sin tomar los recaudos del caso? Y si no, se abre otra pregunta: ¿Cabe la posibilidad de que lo hayan autorizado a viajar sabiendo que podía desatarse este escándalo internacional?

Mientras hierven las dudas, la familia espera.

Además de la ministra Bullrich y el diputado Puente, los Gallo tuvieron contacto con Juan Grabois, porque la madre conocía a dirigentes de Patria Grande. Grabois contactó a Oscar Laborde, exembajador en Venezuela (2022-2023), hombre afín ideológicamente y con extensos vínculos en la región – ex PC, Frepaso y Cascos Blancos, ex presidente del Parlasur y organizador de las Cumbres Sociales del Mercosur – que se ofreció a enviar una carta de la madre a sus allegados al poder judicial venezolano.

El 21 de diciembre Griselda cortó la hoja de un cuaderno y escribió una carta de cinco párrafos que escanearon, mandaron por WhatsApp a Laborde y él hizo llegar a Venezuela. En la carta, la madre le dice al hijo de cinco formas diferentes que lo quiere, que lo está buscando y que lo espera. Y al final: “Te amamos mucho de parte de toda la familia, tus hermanos, tu abuelo, tu mujer y tu amiga Juli”. Al lado de la firma de Griselda, con otra caligrafía, un mensaje del hermano: “Yo te las cuido, quédate tranqui. Kevin”.

El gobierno denunció a Laborde por traición a la patria después de oficiar de mediador entre la familia y las autoridades venezolanas. Una serie de ex diplomáticos y dirigentes, encabezados por Rafael Bielsa, salieron en su defensa. Griselda continúa en Catamarca y Kevin en Mendoza, en contacto con las autoridades de Gendarmería. Decidieron, por el momento, suspender sus declaraciones públicas. Desde el entorno aseguran que pasan estos días entre la precaución y el temor a lo que pueda ocurrir.

El sábado 4 de enero los familiares vieron la movilización de miles de Venezolanos en Plaza de Mayo vivando a Javier Milei y Edmundo González Urrutia. Urrutia pidió por la liberación de Nahuel. Fue horas antes de que el venezolano anunciara su viaje rumbo a Estados Unidos para entrevistarse con el presidente Biden y pedir su apoyo para asumir el gobierno el próximo viernes. Todas las señales de González Urrutia parecen intentar emular la presidencia paralela de Juan Guaidó, reconocida entre 2019 y 2023 en distintos foros internacionales.

El sábado, en el balcón de la Casa Rosada, Milei zarandeó entusiasmado el brazo de González Urrutia, que con su sonrisa de perro cansado y el cuerpo anciano envuelto en el traje arrugado, está lejos de tener la presencia impetuosa del joven Guaidó. “Esto es una caricatura de aquello – asegura Laborde, que conoce la política venezolana de cerca – Urrutia es un exdiplomático, un ex político, no puede ser un contrincante. Es una repetición berreta de lo que fue Guaidó, que realmente convocaba a movilizaciones muy concurridas. ¿Cuántos gobernadores tiene enrolados González Urrutia tras él? La oposición tiene cuatro gobernadores y 125 alcaldías. Ni uno solo está con este muchacho. Es todo un intento de repetir algo que fue poderoso, y ya no es”.

Mientras la política se agita ruidosa entre los balcones, los despachos y las calles, Nahuel Gallo guarda silencio, en El Helicoide o en Rodeo I. Donde sea que esté, por ahora, le sirve a Maduro y le sirve a Milei. Después de la detención y todas las dudas sobre su viaje, es su testimonio el que podría confirmar las conclusiones hacia una de estas tres hipótesis. Ya que se sabe que está vivo y a la espera de su eventual liberación, las dos grandes preguntas son: ¿Qué dirá cuando hable? ¿Quién le teme a sus palabras?

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