(Desde Washington, Estados Unidos) Donald Trump tenía una hoja de ruta para Medio Oriente que empezó a desplegar antes de asumir como presidente de los Estados Unidos con el apoyo político de Joe Biden.
Así fue como se logró la tregua de sesenta días entre Israel y Líbano, mientras Egipto y Qatar negocian con Hamas para lograr un cese del fuego en Gaza, que permita liberar a los 101 secuestrados por la organización terrorista palestina.
Pero la crisis política en Siria impactó en la agenda regional de Trump, que no había previsto un avance de las milicias yihadistas apoyadas por Turquía y con un pasado cercano a Al Qaeda.
El régimen de Bashar Al-Assad enfrenta un vacío de poder causado por la ofensiva militar de la coalición fundamentalista Hayat Tahrir al-Sham (”Organización para la Liberación del Levante”, es español), que busca su derrocamiento desde hace ocho años.
Estados Unidos juega en este tablero de Medio Oriente: se mantiene al margen de la marcha forzada de Hayat Tahrir al-Sham –en pocos días tomó Aleppo y Hama- y apoya a la fuerza separatista Kurda, que conquistó la ciudad de Deir al-Zour y avanza por el Este hacia Damasco.
Trump tiene una alianza estratégica con Israel, y ya comunicó al gobierno de Benjamín Netanyahu que el Pentágono aportará su potencial bélico y su inteligencia militar, si finalmente Al Assad cae y Abu Mohammad al-Jolani -líder de la coalición fundamentalista- decide atacar al estado israelí.
El dictador Al Assad está apoyado por Rusia, Irán y su proxy terrorista Hezbollah. Pero este respaldo militar empezó a colapsar por los conflictos en Líbano y Ucrania, que diezman el potencial bélico que pueden desplegar Vladimir Putin y el ayatollah Hassan Nasrallah.
El terrorista Abu Mohammad al-Jolani encontró un flanco abierto por los enfrentamientos en Líbano y Ucrania, y la milicia de Hayat Tahrir al-Sham ya se encuentra rumbo a Damasco. “Nuestro objetivo es liberar a Siria de este régimen opresivo”, dijo Al-Jolani durante una entrevista grabada.
En este contexto, Trump se apoya en un grupo de trabajo que integran Elon Musk -por sus contactos con Teherán y Moscú-, Marco Rubio -próximo secretario de Estado-, Mike Waltz – futuro consejero de Seguridad Nacional- y Massad Boulos, que fue designado enviado especial a Medio Oriente.
La información reunida en Mar-a-Lago y Washington colocaron al presidente electo en un laberinto:
1. Irán empezó a retirar sus tropas de elite de Damasco y ha comunicado por canales diplomáticos que no prepara un despliegue militar para proteger a Al -Assad
2. Putin emitió una alerta ordenando que incrementar los niveles de seguridad en la base naval de Tartus y otros dispositivos militares asentados en el noreste de Siria
3. El premier turco Recep Tayyip Erdogan informó que la milicia de Hayat Tahrir al Sham -que apoya desde hace años- no disminuirá su ofensiva militar destinada a derrocar al régimen sirio.
4. Los rebeldes kurdos -respaldados por la administración Biden- continuarán con sus operaciones militares en el este de Siria.
Con esta información precisa, y asumiendo que la crisis se profundizará antes de su asunción el 20 de enero, Trump apuesta a que el premier turco Erdogan pueda contener al terrorista Al-Jolani, si finalmente toma el palacio del clan Al-Assad. Para eso, entiende el presidente electo, Estados Unidos debería abandonar a los separatistas kurdos que exigen el reconocimiento oficial de Turquía.
Asimismo, frente a la retirada silenciosa que ya está haciendo Irán, Trump pretende aprovechar esta coyuntura para acotar el margen de maniobra del régimen de los ayatollahs. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Jordania juegan en este tablero: son estados en Medio Oriente que están enfrentados -por razones religiosos y geopolíticas- con Teherán.
Trump se apalancaría con Rusia a través de su iniciativa de paz en Ucrania. Putin es un jugador clave en Siria -mas que Irán- y el presidente electo cree que es posible diseñar una agenda que pueda conectar sus necesidades globales con los intereses del Kremlin en Ucrania y Siria.
El presidente electo de Estados Unidos participará hoy de la inauguración de la Catedral de Notre Dame en París. En la capital de Francia, Trump tendrá su tiempo para conocer qué piensan sobre Siria los jefes de Estado que Emmanuel Macron invitó para un acontecimiento político que será Urbe et Orbi.